fríos y familiares me circundan en un movimiento simple
cuidadosamente me desplazo de un lado a otro,
veo el refrigerador: blanco y alto cual montaña alberga la fuente de nuestra alimentación,
ávidamente esquivo las botellas de vino, de pie en el cerámico piso
y me acerco a la ventana: delicada y cristalina, nos hace creer que no existe,
pero está ahí, observando cada paso que demos dentro y fuera del hogar.
fuera.
mi generoso jardín, cubierto de pasto digno enredado con malezas y flora sucia
se extiende de raíz a punta, de un extremo a otro,
abrigando a cada árbol y a cada capullo floral en lo que parece un mar de escena verde
debiéndole la vida a la ancestral tierra que escurre boca abajo a una sosegada velocidad.
y el tejado nuestro, a veces multicolor y espléndido nos ha contemplado,
y nosotros a él desde nuestra creación: completamente azul en época estival y quebrado en los equinoccios; a veces oculto nube tras nube engañando a nuestros sentidos con otros colores al anochecer, así su metamorfosis es perfectamente contínua: la añil y helada prenda se torna en un bruno vestido rebosante de luces, desconocidas todas, que se reservan la verdad y el misterio de lo que realmente es la noche.
cuidadosamente me desplazo de un lado a otro,
veo el refrigerador: blanco y alto cual montaña alberga la fuente de nuestra alimentación,
ávidamente esquivo las botellas de vino, de pie en el cerámico piso
y me acerco a la ventana: delicada y cristalina, nos hace creer que no existe,
pero está ahí, observando cada paso que demos dentro y fuera del hogar.
fuera.
mi generoso jardín, cubierto de pasto digno enredado con malezas y flora sucia
se extiende de raíz a punta, de un extremo a otro,
abrigando a cada árbol y a cada capullo floral en lo que parece un mar de escena verde
debiéndole la vida a la ancestral tierra que escurre boca abajo a una sosegada velocidad.
y el tejado nuestro, a veces multicolor y espléndido nos ha contemplado,
y nosotros a él desde nuestra creación: completamente azul en época estival y quebrado en los equinoccios; a veces oculto nube tras nube engañando a nuestros sentidos con otros colores al anochecer, así su metamorfosis es perfectamente contínua: la añil y helada prenda se torna en un bruno vestido rebosante de luces, desconocidas todas, que se reservan la verdad y el misterio de lo que realmente es la noche.