
Siempre que me maravillo mis ojos son envueltos por árboles desabrigados
urgiendo el visceral tronco, frías ramas, la umbría
extraviando la oculta vista.
Como recorrer en círculos un mismo bosque,
o contar piedras
frente al mar.
No intento estafar:
aquellos Árboles
aquel mar
son la luz que me revela,
invisible evidencia de la médula
mi más honesta identidad.
Ante tí: mi húmeda córnea.
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Escucho violonchelos
es el corazón: se parte y reparte,
la fina mano del destino
y mi humilde condición humana.